El Cortesano

El cortesano (en italiano, Il Cortegiano) fue escrito por el humanista italiano Baltasar Castiglione. Publicada por la Imprenta Aldina en Venecia en 1528, fue traducido al castellano en 1534 por Juan Boscána instancias de su amigo Garcilaso de la Vega. Es considerada una de las obras más significativas del Renacimiento italiano. El libro lo redactó entre 1513 y 1518, justo después de terminar su estancia en la corte de Urbino. El Cortesano está escrito a través del género del diálogo, en cuyo caso tendría en cuenta la tradición de las obras de Platón y Cicerón. La obra esbozará los elementos que conforman no sólo al cortesano en sí, sino un ideal de perfección humana.

En El Cortesano, Castiglione describe el ideal de vida del Renacimiento y propugna un modelo de caballero que responde a las inquietudes y a la visión del mundo que se tenía en esa época: el caballero perfecto debía ser tan experto en las armas como en las letras, saber conversar y tratar con sus semejantes (especialmente con las damas), y tañer algún instrumento musical.

La obra adopta la forma del diálogo ciceroniano en cuatro libros y expone el que mantienen durante cuatro noches una duquesa, una princesa, un cardenal, Cesare Gonzaga, el poeta Pietro Bembo, Giuliano di Medici, Ludovico di Canossa, Federico Fregoso y el Aretino. La conversación se inicia como un juego que sugiere Fregoso para elegir entre todas las propuestas que se formulen “la forma de cortesanía más conveniente”. La conversación se desarrolla con un ritmo armonioso y está moderada por el ideal del decoro que presidió la literatura, el arte y las costumbres del Renacimiento.

El diálogo se desarrolla con un ritmo armonioso, abierto, sereno, y resulta moldeado por el elegantísimo «decoro» que fue el ideal del Renacimiento italiano, y en que también el pensamiento se presenta como sublimación de una sociedad cultísima y refinada. Por este tono íntimo, por esta atmósfera de serenidad olímpica de la suavidad intelectual del diálogo, El cortesano es uno de los libros más directamente reveladores del espíritu y del gusto del Renacimiento. Ciertas digresiones tienen además un interés histórico-literario más directo, como las observaciones sobre la «gracia» y sobre la música, o, en la dedicatoria, las observaciones sobre la necesidad de no despreciar «la costumbre del habla» de las distintas ciudades italianas, aunque no toscanas, con lo que Castiglione entra, y con una intuición muy moderna, en las encarnizadas disputas lingüísticas de su tiempo,

El cortesano es al mismo tiempo un tratado de buena crianza y un código; el código de finura de pensamiento y del gusto hecho elegancia y refinamiento de las costumbres. Tal como lo dibuja Castiglione, el cortesano es un tipo, y ni el ambiente ni los personajes tienen vida; pero se trata de algo muy natural si se piensa en el íntimo carácter de esta obra, en la que no se retrata una sociedad, sino que se forja poéticamente.

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